El “giro cibernético” que, desde los años setenta del siglo XX, viene consagrando la importancia creciente de la información (digital y/o genética) en todos los sectores de la actividad humana, para reconfigurar lo que entendemos por vida, trabajo y conocimiento, no parece haber despertado todavía en los artistas una conciencia de lo radical del cambio de perspectiva que implica. En efecto, quien frecuenta exposiciones de arte…
Para Laymert Garcia dos Santos, a pesar del discurso que criminaliza a la izquierda, aún hay canales para la disputa de ideas
Entrevista por Camilla Hoshino y Anderson Marcos dos Santos*
Curitiba (Paraná), 19 de mayo de 2016
En opinión de Laymert Garcia dos Santos, sociólogo de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), la gran prensa funciona como una caja de resonancia del golpe en Brasil, pero el gran actor de ese proceso es el Poder Judicial. “Se utiliza la ley de forma excepcional. Eso implica justamente decir que el Estado de Derecho es suspendido”, explica.
En este sentido, según Santos, la construcción del discurso por medio del propio Derecho, a través de purificaciones de corrupción selectivas promovidas por la Operación Lava Jato [NT: operación “lavado a presión”], sirvió para criminalizar a la izquierda en el país. “Es justamente ahí que entran los medios de comunicación para ganar a la así llamada opinión pública. Ellos funcionan como una caja de resonancia para hacer creíble y aceptable una única versión de las cosas”, analiza.
Laymert Garcia dos Santos es Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de París VII, Master en Sociología de las Sociedades Industriales por la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales (EHESS) y profesor titular del Departamento de Sociología del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Unicamp. Participó en la noche de este miércoles (18) en un encuentro promovido por el colectivo Abogados por la Democracia, que reúne a juristas, profesores y estudiantes de Paraná en defensa de la legalidad democrática en el actual momento político del país.
En entrevista a Brasil de Hecho, Santos habla sobre el papel de la Justicia como articuladora del golpe institucional en curso, de la actuación de los grandes medios de comunicación en la disputa del discurso sobre los acontecimientos y sobre la potencialidad de Internet para construir nuevas narrativas para la izquierda.
Vea la entrevista.
Brasil de Hecho PR- La lectura de los movimientos populares y de los intelectuales progresistas es que hay una tríada que sustenta al golpe institucional contra la presidenta Dilma Rousseff, que involucra una articulación de sectores empresariales, parlamentarios y de la Justicia, fomentada por el apoyo de los grandes medios. ¿Cómo ve Usted esta lectura?
Laymert Garcia dos Santos – Me parece que los medios son muy importantes en este proceso como caja de resonancia de una estrategia de desestabilización y de golpe. Pero, a mi entender, no son la cabeza. La cabeza de esa estrategia es la Justicia, pero en articulación con el Legislativo y con los grandes medios. Entonces realmente existe esta tríada. La cuestión es que precisamos echar mucha más luz sobre el papel de la Justicia, incluyendo el Supremo Tribunal Federal, porque si solo criticamos a la Red Globo y a los barones de los medios, y al Congreso, de cierta manera, preservamos a un actor que fue fundamental en esta historia para obtener la inteligibilidad del golpe. Este golpe es, antes que nada, jurídico.
¿Y cuáles son los puntos que podemos resaltar en esa actuación de la Justicia?
La articulación se da utilizando tecnologías jurídicas de un modo dentro de la ley, pero contra la voluntad de la ley, con una flexibilidad de las reglas de juego. Se utiliza la ley de forma paradójica o para usar una expresión que me gustá más, de forma excepcional, porque eso implica justamente decir que el Estado de Derecho es suspendido. Entonces tenés la impresión de que estás en un Estado de Derecho, pero, en verdad, ya estás en un Estado de Excepción. Y ese fue el papel que la Justicia cumplió, tanto el Ministerio Público Federal, como la operación Lava-Jato y el Supremo Tribunal Federal, en el sentido de hacer una purificación selectiva de la corrupción y lograr, a través de esa purificación, criminalizar a la izquierda. Es justamente ahí que entran los medios de comunicación para ganar a la así llamada opinión pública. Funcionan como una caja de resonancia para hacer creíble y aceptable una única versión de las cosas. Y este es el juego que veo como más importante. Insisto en el papel de la Justicia, porque está siendo muy dispensado en este proceso.
Toda acción colectiva precisa disputar la narrativa que va a dar sentido o no a una determinada lucha, como en el caso de las manifestaciones callejeras. ¿Cómo le ha ido a la izquierda con eso?
La izquierda ha intentado disputar e intentado construir otra narrativa más allá de la dominante. En cierto sentido, diría que, desde el punto de vista de las calles, ganó la batalla. Pero como no tiene aparato mediático a su favor, el hecho de ganar la batalla de las calles no significa que gana la guerra. Pero también hay conquistas en el discurso. Por ejemplo, la palabra ‘golpe’ prendió. A inicios del proceso había un conflicto entre dos concepciones, la de ‘golpe’ y la de ‘impeachment’, y después de eso, vimos que la narrativa del golpe fue creando raíces. En las manifestaciones, comenzó a aparecer tímidamente el ‘no va a haber golpe, va a haber lucha’, y después el énfasis mayor fue dado al ‘va a haber lucha’. Entonces nos damos cuenta que, a pesar del aparato mediático, la izquierda logró validar o legitimar que lo que está ocurriendo es un golpe. La movilización de los intelectuales y la construcción –en la cual participé también– de canales de esclarecimiento a los medios internacionales sobre lo que estaba pasando acá, también fue importante para que esos medios internacionales dejaran de comprar la versión de que se trataba de un impeachment constitucional.
La izquierda siempre se sintió atacada por el discurso de los grandes medios. Aun así, los gobiernos del PT no llevaron adelante la elaboración de un marco regulatorio de las comunicaciones en Brasil, ni quisieron rever las concesiones públicas de la Red Globo, por ejemplo. ¿Cómo evalúa Usted esta actitud?
En los años 1980, cuando era profesor de periodismo, teníamos un curso sobre crítica de los medios. Ya en aquel tiempo percibíamos que el PT no quería hacer la crítica de los medios. El PT tenía y mantiene una actitud ambivalente con los grandes medios. Por un lado, quieren ser reconocidos por los medios -entonces cuando los medios aluden a ellos, se derriten. Y por otro lado, critican a los medios, pero creyendo que, si los medios aceptan hacer un ‘intercambio de señales’, no será necesario tocar ese aparato. Y pienso que uno de los pecados capitales de los gobiernos populares fue justamente no haber atacado esto de frente, llevando la regulación de los medios como una cuestión clave. Entonces están pagando un precio muy pesado ahora. Y no sé si ya aprendieron.
En 2013, hubo un cambio en el escenario con las manifestaciones de junio que pasa por una articulación entre las redes y las calles, surgiendo una novedad para varios espacios tanto de la derecha como de la izquierda. ¿Esa novedad, esa forma de hacer política, esa relación de masa con la tecnología, fue aprehendida por la izquierda?
Me parece que sí, de forma diferente del modo en que fue apreendida por la derecha. Y también me parece que de una manera más inteligente. La derecha tiene la posibilidad –porque tiene dinero– de lanzar troll [comportamiento utilizado para desestabilizar discusión y personas involucradas] en masa, de utilizar dispositivos en Internet de difusión de calumnias, de desinformación, etc. Pero ella no tiene la inventividad de usar la potencia de los medios y la capacidad caritativa, porque tiene un discurso muy cerrado, monolítico y de pura violencia. Funciona en base a la intimidación y la mentira. Si tomamos la deconstrucción del discurso de la derecha por la izquierda en Internet, notaremos que es mucho más inteligente el uso de la potencia de los medios por la izquierda que por la derecha, lo que me hace tener más rabia aún de los gobiernos populares y del PT por no haber sabido avanzar en la cuestión de los medios.
Usted se negó a escribir un artículo para el periódico O Estado de S.Paulo en las vísperas de la votación del impeachment en la Cámara de Diputados. ¿Por qué? ¿Disputar un espacio a una opinión contraria a la línea editorial de un gran medio no es una forma interesante de ganar visibilidad?
Creo que esa actitud es necesaria. Los grandes diarios siempre contaron con una especie de comprensión y condescendencia de los intelectuales que, por un lado, querían aparecer en los medios y, por otro, se prestaban al papel de hacer el pequeño contrapunto. Periódicos como O Estado de São Paulo y Folha de S.P son 95% golpistas y oyen 5% del otro lado, y uno se presta a su coartada. Mucho antes de que comenzara esa historia del golpe, yo ya no escribía más para la así llamada gran prensa, y muchas veces recusé entrevistas de televisión. Después de la cuestión del golpe, creo que aceptar las condiciones de ellos es absolutamente imposible.
¿Hay salida para la construcción de un discurso alternativo por Internet?
Internet nos abrió una posibilidad de construir un discurso que va a enfrentar al discurso de la gran prensa. Más que pelear con ellos, es importante pelear por la democratización radical de la banda ancha, por la alfabetización informacional de la población entera, porque ahí es posible construir canales para que la propia población construya su información y encuentre la información a partir del lugar donde están. Si pasa esto, va a ser inevitable que la gente se desconecte de la Globo, porque verán que ella [emisora] está siendo miserable con ellos.
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* Traducido por Cecilia Diaz Isenrath
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*Anderson Marcos dos Santos es Doctor en Sociología por la Unicamp, Master en Derecho por la UFPR y profesor de Derecho de la Universidad Positivo.
La publicación original cuenta con imágenes de Eduardo Vernizi.
Este artículo también está disponible en: Português (Portugués, Brasil)