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Para Laymert Garcia dos Santos, sensación provocada por la evolución de los acontecimientos hasta la votación del impeachment en la Cámara de Diputados fue la misma que la del día siguiente a la promulgación del AI-5.

Por Eduardo Maretti, de la RBA.

Todo el proceso que culminó con la votación en la Cámara de los Diputados el domingo (17), admitiendo la prosecución del impeachment contra la presidenta Dilma Roussef, mostró que “las instituciones están desmanteladas”, según el sociólogo Laymert Garcia dos Santos, profesor de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).

«Con las instituciones del modo en que están, el STF incluido, me parece que la única fuerza que existe, para de cierto modo dar un rumbo que no sea el rumbo del horror, son las calles. No queda otra. El punto de interrogación es saber en qué medida las calles van a responder y darse cuenta de ese desmantelamiento de las instituciones”, afirma.

Para él, la sucesión de los hechos que llevaron al país al día 17 de abril de 2016 debe ser analizada bajo tres aspectos.

«La primera cosa es la consolidación, a través de ese espectáculo, de una clase política lumpen. No es en vano que en Europa, en los países, digamos, democráticos, que no son ninguna maravilla, están entre horrorizados y estupefactos con el nivel de bajeza que es el Parlamento brasileño.»

El segundo aspecto, de acuerdo con él, es aún peor, porque está relacionado con una regresión que el lado progresista de la sociedad, principalmente quien vivió el periodo sombrío de la dictadura, no esperaba que pudiese volver.

«Lo que vimos ayer concretiza y sella la victoria de la regresión. Aunque se logre una salida más o menos de aquí en adelante, me parece difícil que podamos contornear o vaciar en el corto plazo una regresión como la que ocurrió”, evalúa. “Volvimos a la casa-grande y a la senzala en lo que ambas tienen de peor. Pensábamos que estábamos alejándonos de eso, de a poco, y que la así llamada herencia maldita había quedado atrás, pero ella es actual. Este segundo aspecto es terrible.»

El tercer aspecto se refiere a algo relacionado con la experiencia subjetiva de la historia, que no podría ser experimentada por quien no vivió el periodo del régimen dictatorial en el país. “Por causa de la edad, me quedé con una sensación que ya había tenido en la vida: la sensación del día siguiente a la promulgación del AI-5, en diciembre de 1968. Desde el punto de vista del impacto afectivo y subjetivo, la sensación es la misma. El AI-5, y no 1964, fue el momento en que la dictadura efectivamente se concretizó como tal, porque fue cuando apareció con toda su violencia, cuando el corte fue operado desde el punto de vista subjetivo.”

Para Laymert, las nuevas generaciones “no tienen experiencia del desmoronamiento subjetivo de la generación que vio su futuro absolutamente comprometido con la llegada de la dictadura, y la sensación frente a lo que vemos en las fuerzas que están venciendo es esa”.

La evolución de los acontecimientos es “chocante”, dice, también por la complicidad de los poderes en torno a la construcción del escenario y la culminación del proceso en la Cámara.

“Después de lo que fuimos viendo en los últimos tiempos, hasta llegar al domingo, con todas las complicidades de los otros poderes, las bombas informacionales detonadas en complicidad con la Justicia, todo esto junto ya mostró que no hay qué esperar de las instituciones, que no hay más Estado de derecho”, afirma Laymert. “Es casi inimaginable, pero eso fue siendo construido y no queríamos creer que podía llegar, y llegó.”

Por Eduardo Maretti, de la RBA publicado 19/04/2016 in

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Rede Brasil Atual

* Traducido por Cecilia Diaz Isenrath

Este artículo también está disponible en: Português (Portugués, Brasil)

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